--¿Viste? Ya huele a Navidad: las luces en las calles, los villancincos, los escaparates, las vacaciones, el frío, la nieve, los puestos callejeros, las postales, las felicitaciones, el décimo de lotería, los belenes, los arbolitos.
--¡Mira, un pobre!
--Ah, sí... Como te iba diciendo... la familia reunida, los frutos secos, los regalos de los abuelos, de los tíos, los primo...¿Te gusta la Navidad, mi amor?
--¡Oh, sí! me gusta tú navidad.
--¿Cómo la mía, mi amor? No es la mia... Es la que hay.
--Bueno... está la del cole: la del amor, la solidaridad, la frateridad, la paz, la pobreza -esa que siempre está ahí, como el pobre, pero que en estos días a la maestra le dio por hablar de ella. Esa navidad no me gusta mucho, menos mal que existe la tuya que es coherente.
--¿Cómo coherente? No entiendo. ¿Acaso pensás que la navidad de la maestra no es coherente?
--No sé. Si te hablan de pobreza, solidaridad, amor ¿cómo vamos a tener ganas después de cantar, comer, bailar y reir? Tú sos coherente, no me contaminás el alma con problemas ajenos a las que yo debo hacer frente. Tú sos muy lindo, y por eso te quiero.
--Vale, me convenciste. ¿Viste este billete? es de los grandes ¿lo viste? Vé y echáselo al bote.
Padre e hijo se dan la mano y se les ve yendo andando, medio bailando, cantando alegres villancicos.
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